Joaquín Ruiz-Jiménez, con la estrella de alférez provisonal de las tropas fascistas
Han de pasar unas cuantas generaciones para entender que su salida de la escena política fue trinvoluntaria. Él, Ridruejo, Tierno...se quedaron descolocados por los Martines Villas y Fragas de dentro. .Blas López-Angulo Para Kaos en la Red 02/09/09, 15:06
El elegante escritor de la primera hora fascista Eugenio Montes requería avanzados los tiempos de su ex camarada Dionisio Ridruejo un decoroso retiro y silencio. No quería hacerle el feo de recordar sus soflamas de propagandista del régimen y demás servicios prestados, pero de hecho no podía olvidarlo. Más o menos venía a decirle, Dionisio no se puede ser la novia del fascismo y el padre adelantado y aventajado de la transición. Su colega Goebbels y otros significados nazis no tuvieron una segunda oportunidad. Para a quienes todo esto les suene a heterodoxo les recuerdo por si no lo saben que las discrepancias del soriano parten del alejamiento del “Nuevo Estado” con respecto al eje Berlín- Roma. Las cuales las manifestó en persona (solicitó una audiencia que le fue concedida) al caudillo y durante años pudo hacer oposición, no sin su condescendencia. Sería por esos servicios prestados, y porque, a fin de cuentas, seguía siendo “uno de los nuestros”. Es la misma doble baraja con la que jugaban los laínes, incluso el Pemán, que ya tenían preparado en un cajón sus pliegos de descargos, a la vez que mantenían amistades y negocios con las buenas familias del régimen. (Echen un vistazo al muy recomendable seguimiento de “Ricos por la guerra de España” de Mariano Sánchez Soler).
Jordi Gracia se ha convertido en el mayor estudioso del poeta falangista y de la elite circundante, para la historia oficial: ilustres precursores de la presente democracia. Sólo a este profesor tan brillante se le pueden ocurrir un oxímoron de ese mismo jaez: la resistencia silenciosa.
El caso de Ridruejo en los espejos de la actual España democrática es el arquetipo perfecto para la necrológica que hoy pretendo comentar al hilo de algunos de los más solventes artículos aparecidos para la ocasión.
Me sorprende especialmente el recuerdo, desde luego muy personal, del economista José Manuel Naredo en Público:
“Joaquín Ruiz-Giménez tuvo desde siempre hondas convicciones social-cristianas que le hicieron alejarse del régimen franquista desde que dejó de ser Ministro de Educación".
Hay frases que se comentan solas. Como que esas arraigadas convicciones hondas social-cristianas no le impidieran apartarse del régimen franquista, justo hasta que éste le apartara de sus funciones de ministro. Tampoco la atroz represión de Asturias por las huelgas mineras del 62 le impidió aceptar el cargo (y/o abandonarlo) de consejero nacional del Movimiento ese mismo año. En su descargo, que él nunca necesitó escribir*, en esas mismas circunstancias fundó Cuadernos para el Diálogo, supongo que dentro de un orden.
Gregorio Peces-Barba en el País nos trae esta semblanza:
“(...) defendía la moderación, el respeto y la amistad cívica para cambiar las mentalidades de la dialéctica del odio y del amigo-enemigo, horribles trazas de la Guerra Civil. Fue un cristiano ejemplar, modesto, discreto, no dogmático, tolerante y respetuoso con las personas y las ideas. Le horrorizaba pensar que uno de los objetivos de los vencedores de la Guerra Civil fuese exterminar las ideas de los perdedores, exterminando las personas que las representaban".
Con ese exterminio convivió en los duros 40 (es un eufemismo) como director del Instituto de Cultura Hispánica. ¿Contra ese horror qué pudo hacer por las ideas -no digo ya de las personas- de los vencidos para esa cultura hispánica triunfante?
Elías Díaz, socialdemócrata y pulcrísimo catedrático de Filosofía del Derecho, como Peces Barba y el común maestro glosado, parece tener presentes esos fantasmas del pasado desde el mismo periódico que su colega, aunque para inclinar benevolentemente la balanza a su favor."Ahora, en estos tristes momentos, me consuela poderle evocar en la imagen, en la realidad de un hombre que ha ido siempre a más, que supo ir siempre a mejor, a mucho mejor en su trayectoria vital, pública y privada. Ahora, en estos tristes momentos, me consuela poderle evocar en la imagen, en la realidad de un hombre que ha ido siempre a más, que supo ir siempre a mejor, a mucho mejor en su trayectoria vital, pública y privada”.
.Hombre, don Elías, con esos precedentes, así cualquiera.
Nadie duda de la calidad y bonhomía del personaje. Otra cosa es el tabú que impide un análisis –menos de circunstancias- y más sosegado de todas las caras públicas y aristas de estos prohombres. Tiene mucho de retórica laudatoria compuesta para la ocasión preguntarse “¿qué es lo que impidió que Joaquín Ruiz-Giménez tuviera un puesto al sol en el liderazgo de la nueva democracia? Se responde el antes citado Naredo con el consabido panegírico. Por lo visto han de pasar unas cuantas generaciones para entender que su salida de la escena política fue más bien involuntaria. Él, Ridruejo o Tierno Galván, por nombrar a otro sublime profesor, se quedaron descolocados por los Martines Villas y Fragas de dentro. Estos, como ellos mismos han explicado muy bien en los Anales de la Santa Transición fueron los verdaderos artífices del cambio y nunca perdieron su silla. Antes hemos aludido a las dobles barajas. En un juego de tahúres (así llamó Guerra a Suárez, hhttp://www.elmundo.es/papel/hemeroteca) era imposible que todos ganaran. Les queda a esta pléyade de maestros el consuelo del honor de los vencidos. ¿O les quedará ancha también esta etiqueta?
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* Tomás y Valiente públicamente en su condición de catedrático de Historia del Derecho le instó a dar a conocer “lo mucho que él sabe del franquismo desde dentro y desde enfrente”. Un ejemplo más. Como embajador en el Vaticano colaboró en la elaboración del Concordato con la Santa Sede de 1953. 20 años después se inclinaba “inequívocamente” hacia su derogación y “a la formulación de un estatuto o ley general para todas las iglesias y confesiones”, sin “carácter de privilegio respecto a los demás ciudadanos” (El País, 28-8-09).
El elegante escritor de la primera hora fascista Eugenio Montes requería avanzados los tiempos de su ex camarada Dionisio Ridruejo un decoroso retiro y silencio. No quería hacerle el feo de recordar sus soflamas de propagandista del régimen y demás servicios prestados, pero de hecho no podía olvidarlo. Más o menos venía a decirle, Dionisio no se puede ser la novia del fascismo y el padre adelantado y aventajado de la transición. Su colega Goebbels y otros significados nazis no tuvieron una segunda oportunidad. Para a quienes todo esto les suene a heterodoxo les recuerdo por si no lo saben que las discrepancias del soriano parten del alejamiento del “Nuevo Estado” con respecto al eje Berlín- Roma. Las cuales las manifestó en persona (solicitó una audiencia que le fue concedida) al caudillo y durante años pudo hacer oposición, no sin su condescendencia. Sería por esos servicios prestados, y porque, a fin de cuentas, seguía siendo “uno de los nuestros”. Es la misma doble baraja con la que jugaban los laínes, incluso el Pemán, que ya tenían preparado en un cajón sus pliegos de descargos, a la vez que mantenían amistades y negocios con las buenas familias del régimen. (Echen un vistazo al muy recomendable seguimiento de “Ricos por la guerra de España” de Mariano Sánchez Soler).
Jordi Gracia se ha convertido en el mayor estudioso del poeta falangista y de la elite circundante, para la historia oficial: ilustres precursores de la presente democracia. Sólo a este profesor tan brillante se le pueden ocurrir un oxímoron de ese mismo jaez: la resistencia silenciosa.
El caso de Ridruejo en los espejos de la actual España democrática es el arquetipo perfecto para la necrológica que hoy pretendo comentar al hilo de algunos de los más solventes artículos aparecidos para la ocasión.
Me sorprende especialmente el recuerdo, desde luego muy personal, del economista José Manuel Naredo en Público:
“Joaquín Ruiz-Giménez tuvo desde siempre hondas convicciones social-cristianas que le hicieron alejarse del régimen franquista desde que dejó de ser Ministro de Educación".
Hay frases que se comentan solas. Como que esas arraigadas convicciones hondas social-cristianas no le impidieran apartarse del régimen franquista, justo hasta que éste le apartara de sus funciones de ministro. Tampoco la atroz represión de Asturias por las huelgas mineras del 62 le impidió aceptar el cargo (y/o abandonarlo) de consejero nacional del Movimiento ese mismo año. En su descargo, que él nunca necesitó escribir*, en esas mismas circunstancias fundó Cuadernos para el Diálogo, supongo que dentro de un orden.
Gregorio Peces-Barba en el País nos trae esta semblanza:
“(...) defendía la moderación, el respeto y la amistad cívica para cambiar las mentalidades de la dialéctica del odio y del amigo-enemigo, horribles trazas de la Guerra Civil. Fue un cristiano ejemplar, modesto, discreto, no dogmático, tolerante y respetuoso con las personas y las ideas. Le horrorizaba pensar que uno de los objetivos de los vencedores de la Guerra Civil fuese exterminar las ideas de los perdedores, exterminando las personas que las representaban".
Con ese exterminio convivió en los duros 40 (es un eufemismo) como director del Instituto de Cultura Hispánica. ¿Contra ese horror qué pudo hacer por las ideas -no digo ya de las personas- de los vencidos para esa cultura hispánica triunfante?
Elías Díaz, socialdemócrata y pulcrísimo catedrático de Filosofía del Derecho, como Peces Barba y el común maestro glosado, parece tener presentes esos fantasmas del pasado desde el mismo periódico que su colega, aunque para inclinar benevolentemente la balanza a su favor."Ahora, en estos tristes momentos, me consuela poderle evocar en la imagen, en la realidad de un hombre que ha ido siempre a más, que supo ir siempre a mejor, a mucho mejor en su trayectoria vital, pública y privada. Ahora, en estos tristes momentos, me consuela poderle evocar en la imagen, en la realidad de un hombre que ha ido siempre a más, que supo ir siempre a mejor, a mucho mejor en su trayectoria vital, pública y privada”.
.Hombre, don Elías, con esos precedentes, así cualquiera.
Nadie duda de la calidad y bonhomía del personaje. Otra cosa es el tabú que impide un análisis –menos de circunstancias- y más sosegado de todas las caras públicas y aristas de estos prohombres. Tiene mucho de retórica laudatoria compuesta para la ocasión preguntarse “¿qué es lo que impidió que Joaquín Ruiz-Giménez tuviera un puesto al sol en el liderazgo de la nueva democracia? Se responde el antes citado Naredo con el consabido panegírico. Por lo visto han de pasar unas cuantas generaciones para entender que su salida de la escena política fue más bien involuntaria. Él, Ridruejo o Tierno Galván, por nombrar a otro sublime profesor, se quedaron descolocados por los Martines Villas y Fragas de dentro. Estos, como ellos mismos han explicado muy bien en los Anales de la Santa Transición fueron los verdaderos artífices del cambio y nunca perdieron su silla. Antes hemos aludido a las dobles barajas. En un juego de tahúres (así llamó Guerra a Suárez, hhttp://www.elmundo.es/papel/hemeroteca) era imposible que todos ganaran. Les queda a esta pléyade de maestros el consuelo del honor de los vencidos. ¿O les quedará ancha también esta etiqueta?
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* Tomás y Valiente públicamente en su condición de catedrático de Historia del Derecho le instó a dar a conocer “lo mucho que él sabe del franquismo desde dentro y desde enfrente”. Un ejemplo más. Como embajador en el Vaticano colaboró en la elaboración del Concordato con la Santa Sede de 1953. 20 años después se inclinaba “inequívocamente” hacia su derogación y “a la formulación de un estatuto o ley general para todas las iglesias y confesiones”, sin “carácter de privilegio respecto a los demás ciudadanos” (El País, 28-8-09).
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